lunes, 13 de febrero de 2012

Les contaré un "rollo" de Kodak

Era intocable la cámara Kodak de mi casa, sólo la podían manipular los adultos. Pasaron 35 años y ya ni para basura sirve un aparato de esos, mientras que mi hijo de seis años sí puede manejar mi celular, mi cámara digital y un iPad, toma fotos, hace videos y me sugiere puntos de edición.

¿Asombrado? No, sólo asumiendo el paso "enrollador" del tiempo y la tecnología. Las primeras películas que conocí, luego de las placas, mejor conocidas como "foto agüita" o "poncherazos", tenían esa forma de teléfono clásico, con 16 milímetros y 12 tomas, según la etiqueta, aunque en realidad se podían lograr una o dos mas. Hasta que el rollo de 35 milímetros, permitió dosificar las tomas entre 12, 24 y 36, con una ganancia de 2 o a tres fotos adicionales. 
Con el fin de las cámaras de rollo Kodak, ha desaparecido parte del proceso químico para producción fotográfica, se acabaron los rollos y ya mucho antes se habían extinguido los cubos de flash y otros accesorios, nos ha quedado al menos un gran historial de impresiones, millones de negativos archivados, sin duda un gran recuerdo.
Algo hemos perdido, aunque superable, la emoción de la incertidumbre que nos daba averiguar en el laboratorio de revelado el resultado de esas tomas.

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